martes, 15 de julio de 2014

Riesgo, probabiIidad y marea negra en Canarias (I)


Los ejemplos de este post no pretenden posicionarme ni en un sentido ni en otro. Tampoco es mi intención criticar las opiniones vertidas por empresas y expertos, eso sí, critico ferozmente la forma en la que se exponen y presentan a la sociedad en general.

Empecemos.

En el enlace,

http://nooilcanarias.com/2014/05/22/220514-un-riesgo-para-todos-las-islas/

se publicó lo siguiente:

Un profesor de la ULPGC advierte de que los sondeos de petróleo son un riesgo para todas las Islas (1).  El profesor de Contaminación Marina Jesús Cisneros, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), se reafirmó ayer en que Repsol “ha manipulado” los datos del riesgo de vertidos de sus sondeos previstos en Canarias para “rebajar artificialmente el impacto real”(2).

(1) Afirmación más que cierta. Existe la posibilidad de que se produzca un evento con consecuencias negativas. Prácticamente toda actividad humana esta sujeta a riesgo en estos términos.

(2) Afirmar que se han manipulado los datos de riesgo de vertidos para rebajar artificialmente el impacto real, ya no se puede hacer tan categóricamente. Es decir, riesgo implica eventualidad y lleva asociada incertidumbre en cualquier caso. De este modo, en ningún caso deberíamos utilizar en una misma frase, riesgo e impacto real. Podríamos, por ejemplo, hablar de que el impacto previsible, o las consecuencias más probables, son significativamente más altas en las predicciones hechas por el experto que en las hechas por la compañía. Pero en ambos casos, haciendo énfasis en la palabra “predicción”. Es decir, un experto podría afirmar que el  modelo de simulación utilizado por la empresa, deja fuera de las predicciones los escenarios con probabilidades inferiores a, por ejemplo, 10-9, por entrar en el ámbito de lo altamente improbable, y que de este modo, escenarios con consecuencias catastróficas no son evaluados convenientemente.

Sigamos.

Cisneros, docente e investigador de la Facultad de Ciencias del Mar, aseguró que ocurre un derrame de petróleo por cada 260 sondeos, “y la propia Repsol lo indica en su estudio, pero luego hace un giro rocambolesco para reducir esas posibilidades a uno cada 50.000 y, finalmente, aplica para la evaluación de impacto, 5,8 entre 100 millones, lo cual es totalmente absurdo, pues la probabilidad se ha disminuido artificialmente un millón de veces respecto a los valores normales para llegar solo a un resultado de impacto medio”(3).

(3) Asegurar que ocurre un derrame de petróleo en uno de cada 260 sondeos, sin más, debería hacernos plantear, por ejemplo, las siguientes preguntas:

¿Todos los sondeos se han realizado en las mismas condiciones? Es decir, ¿Se ha utilizado la misma técnica, en ambientes similares y con tecnologías prácticamente iguales?. Porque de no ser así, utilizar este dato como fuente de información para un cálculo frecuentista de probabilidades no sería nada correcto.

Se tiene una especial tendencia en análisis de riesgos a utilizar valores de este tipo. Ojo, es muy delicado hacer afirmaciones partiendo de este tipo de datos.

¿Todos los derrames son de la misma magnitud?

Evidentemente, al ser riesgo una combinación de probabilidad y severidad, el valor de riesgo total debería estar convenientemente promediado.

Así, por ejemplo, si la compañía ha considerado que el valor de 1 derrame cada 260 sondeos, se refiere a un promedio obtenido a partir de un histórico de exploraciones y explotaciones (que no son lo mismo) y puede argumentar que en sondeos de exploración esa frecuencia no es tan alta, y que además la técnica de hoy en día es más segura que la utilizada en los primeros datos del histórico que arroja el valor de 260, quedaría justificado que los valores no coincidan con el experto.

Si además, solo considera vertidos con magnitud suficiente como para no poder ser controlados y con probabilidades mínimas de llegar a la costa, entonces es más que normal que la probabilidad de uno sea millones de veces inferior a la del otro o viceversa.

Y continua:

“Aplicando la probabilidad normal, el resultado del impacto nunca puede salir positivo, y sería imposible para el Ministerio de Medio Ambiente poder justificar un impacto positivo” (4), añadió el experto…..

(4) Supongamos que probabilidad normal se refiere a probabilidad clásica. Es decir, que toma valores entre 0 y 1. Entonces, como la probabilidad de que se de un evento con consecuencias negativas para el entorno nunca puede ser “cero”, efectivamente siempre habrá impacto negativo sobre el entorno con probabilidad positiva.

De esta forma, es correcto afirmar que el Ministerio de Medio Ambiente nunca podrá justificar un impacto positivo sobre el entorno físico y biológico (esta última parte omitida en la noticia).

Otra cosa es hablar del impacto sobre el entorno físico y biológico que se está dispuesto a tolerar para obtener los posibles impactos positivos en términos económicos y sociales.

Así, un proyecto puede tener impacto negativo sobre el entorno pero un impacto positivo global considerando factores económicos y sociales. Pero esta afirmación parte de la base de que es aceptable o tolerable determinado nivel de riesgo con potenciales consecuencias negativas sobre el medioambiente.

Y en esto radica el error de todo este tipo de discusiones. Todo pasa por no tener determinado de antemano un concepto de extrema relevancia: “los criterios de riesgo”, definido en la UNE-ISO 31000 como “términos de referencia respecto de los que se evalúa la importancia de un riesgo”. (ISO GUIA 73:2009 definición 3.6.1.8).

Es decir, ¿dónde fijamos los límites de la importancia de un riesgo? Y más aún, ¿En qué unidades expresamos estos límites para que todo el mundo lo tenga claro?

En el siguiente post, profundizamos un poco más sobre este tema.

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