sábado, 2 de agosto de 2014

Definiendo riesgo (III). Sucesos iniciadores.


En el post anterior comentábamos que las creencias influían directamente sobre la concepción o percepción del riesgo, y las definíamos como el grado de certeza que tenemos sobre el acontecimiento de eventos futuros.

Pues bien, avancemos un poco más y entremos en el concepto de evento.

Y esto me da pié a comentar que uno de los problemas que nos encontraremos al tratar el riesgo y especialmente su análisis es que hay muchos términos que tienen una acepción matemática y una acepción digamos que coloquial. Y si no se es capaz de discernir de qué estamos hablando en cada momento, podemos cometer significativos errores.

Para un matemático, estadístico, o para cualquier profesional que trabaje con conceptos matemáticos, un evento es un conjunto de posibles resultados que se pueden dar en un experimento aleatorio

Más concretamente, un evento es un subconjunto A de un espacio muestral Ω, siendo los elementos de A posibles resultados.

Ahora pongamos todo esto en un lenguaje no tan matemático:

Si lanzamos una moneda al aire, los posibles resultados serán cara o cruz. (por simplificar insisto en qué el “canto” no lo consideraré un resultado posible aunque físicamente sea posible su ocurrencia).

Así, el subconjunto A del que hablamos en los párrafos anteriores será A:={cara , cruz}, y en este caso coincidirá con Ω ya que no se contemplan otro tipo de resultados. Por tanto, A = Ω.

Ahora, consideremos sacar una carta de una baraja de 52. Un subconjunto de resultados podría ser el número o valor de la carta, de forma que A sería el subconjunto formado por A,2,3,4... . De esta forma, , el subconjunto A del que hablamos en los párrafos anteriores será A:={ As,2,3,4,5,6,7,8,9,10, J, Q, K }.

Pero ahora, también podríamos convenir que hay otro subconjunto de posibles resultados en base, no al número de la carta, sino en base al “palo”. Así, ahora, el subconjunto A sería el formado por pica, trébol, corazón y diamante, de forma que
A:={ pica, trébol, corazón y diamante }.

Claramente se observa que A1 es diferente a A2 y que ambos son subconjuntos de Ω. A diferencia de lo que sucedía con el lanzamiento de la moneda, ahora, A1 es un subconjunto de Ω pero no coincide al 100% con Ω ya que hay otro subconjunto de posibles resultados A2 que también pertenecen a Ω.

Todo esto para explicar qué, matemáticamente hablando, un evento o suceso es un subconjunto de posibles resultados.

Y aunque parezca un simple formalismo matemático y que pensemos que a efectos prácticos no tiene ninguna importancia hablar de A como subconjunto de Ω, pensemos que cuando debemos tratar estadísticamente un conjunto de datos e inferir probabilidades, NO definir el evento y el espacio muestral correctamente, puede conducirnos a cometer errores.

Así, reflexionemos, por ejemplo, sobre la definición que de sucesos iniciadores o desencadenantes se hace en la NTP328 (Análisis de riesgos mediante el árbol de sucesos).

“Los sucesos iniciadores corresponden a fallos que, de producirse, requieren la respuesta de lo que se denominan sistemas "frontales" de seguridad, para evitar efectos negativos de importancia.”

¿Cuál es el espacio muestral?¿Qué subconjunto A de Ω estamos considerando? ¿Qué elementos conforman Ω?

Las respuestas a estas preguntas no son nada intuitivas, y requiere de reflexión a no ser que trabajemos muy habitualmente con el análisis de probabilidades de este tipo de sucesos.

Pues bien. Considerar el riesgo como la combinación de fuentes de peligro y sucesos iniciadores, requiere, a parte de una concisa identificación de fuentes de peligro, de un claro criterio sobre el que definir el espacio muestral y los sucesos o eventos como subconjuntos de dicho espacio muestral.

Así, en la definición que de suceso iniciador se hace en la NTP328, deberíamos concretar qué entendemos por el conjunto “fallo” y cuáles son los elementos de ese conjunto. Es decir, deberíamos concretar si el conjunto A “fallo” incluye todos los elementos del espacio muestral Ω (fallo).

O sea, “si de producirse esos fallos, se requiere la respuesta de lo que se denominan sistemas frontales de seguridad, para evitar efectos negativos de importancia”, consideraremos que esos fallos forman parte del subconjunto A.

Ahora bien, eso no quiere decir que A coincida al 100% con Ω, ya que existen otros tipos de fallos que no tienen porque requerir de sistemas frontales de seguridad, y por tanto, A es un subconjunto de Ω.

Y esto, que para algunos parecerá trivial y para otros carente de importancia, está provocando graves deficiencias en materia de análisis de riesgos.




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