La
definición y caracterización de objetivos es uno de los grandes retos a los que
se enfrenta un responsable de sistemas de gestión, un responsable de marketing,
y en general, cualquier profesional que debe tomar decisiones de forma
habitual.
Que
cumplan los criterios de ser específicos, medibles, alcanzables, asignables y
acotados en el tiempo parece limitar la creatividad y es común encontrar de
forma recurrente los mismos objetivos una y otra vez.
En
mi opinión, quizás el problema radica en que no se presta una especial atención
a entender estos conceptos y la forma de abordarlos con amplitud de miras. No
entiendo lo difícil que suele hacerse la transferencia de conocimiento
“intersectorial”. Parece que una vez “asentados” en un sector y una categoría
profesional, el lenguaje, las acciones, y las decisiones se circunscriben a un
reducido número de técnicas y herramientas.
Podemos
leer todas las guías que queramos sobre la forma en la que deben fijarse los
objetivos, pero haz la prueba, busca en “google”: “objetivos empresa”. Luego,
ves a “imágenes” y encontrarás algo como esto:
¿De
verdad los objetivos son flechas y dianas? Podría ser. De entrada, parece que
gráficamente los objetivos los representamos con direccionalidad, acuerdo y acierto
con precisión.
Ahora,
en vez de “objetivos”, prueba con “objetivos ejemplos”. Ves también a imágenes
y lee unos cuantos de los que aparecen. ¿Que te parece?.
Efectivamente,
no queda explicitada la direccionalidad, ni el acuerdo ni el acierto con
precisión, y lo que es peor, no parece que sirva para mucho haber fijado estos
objetivos si pretendemos que nos ayuden a mejorar nuestros procesos o a
hacernos más eficientes.
¿Y
qué podemos hacer? De entrada aprender a trabajar el concepto de incertidumbre,
asumir que se puede reducir pero no eliminar, y observar como se gestiona en
otros campos y profesiones.
Cada
una de las características que nos piden que tenga un objetivo aporta más o
menos incertidumbre. Me explico:
- Que sea específico: normalmente como más específico menos certeza tendremos sobre su consecución absoluta.
- Que sea medible: cómo más cueste medirlo, menos certeza tendremos sobre su consecución.
- Que esté acotado en el tiempo: En este caso, dependerá del objetivo. Aunque parece que es más fácil acertar a corto, a veces, el largo plazo reduce la incertidumbre. Pensemos por ejemplo en todos aquellos eventos cuya media se ajusta a la ley de los grandes números.
- Que sea alcanzable: Curiosa característica relacionada con la incertidumbre. Difícil distinción a veces la que se da entre optimismo e ignorancia.
- Que sea asignable objetivamente: Cuando un objetivo depende de una única persona, normalmente se introduce menos incertidumbre que si es difuso en cuanto a la responsabilidad de alcanzarlo.
Os aseguro que hay más de cien formas de fijar objetivos y conseguir que esta acción sea lo que se merece, la más importante fase de la gestión.
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